"El esfuerzo por aclarar las ideas es el fundamento de la vida moral" Blaise Pascal

4. De lo particular a lo general: el distanciamiento


La ética profundiza en la individualidad, permitiendo su desarrollo más allá de las reificaciones sociales de la norma o costumbre y que justifica al individuo como sujeto creador, innovador. En sentido inverso, de lo particular a lo general, las personas tienen la capacidad esencial del distanciamiento hasta llegar a lo abstracto. El resultado de esa capacidad es el arte (particularista y subversivo) y la política (universalista y consensual).

El distanciamiento tiene dos instrumentos para realizarse, la cultura y la tecnología. Ambos son conocimiento acumulado, pero el uno es genérico para loa hábitos sociales y el otro aplicado para los usos humanos.

4.1 La Cultura

4.2 La Tecnología

La tecnología es información práctica que se transmite de generación a generación. La tecnología es la "cosificación" del hombre como ser creativo. Por ello es acumulativa y por ello va más allá del ser individual. El origen de la técnica, de la tecnología, es la necesidad del ser humano de trascender "la necesidad". El ser es un ser para un proyecto ético, y para hacerlo realidad primero se debe superar la necesidad animal (supervivencia) e ir diseñando instrumentos que no están en la naturaleza para desarrollar su "artificialidad", que es la esencia de lo humano. Como conocimiento acumulado es importante para el proyecto ético de cada individuo, pero éste debe saber que su creación, aunque parte de lo existente, debe ser fruto de su propio talento para poder aportar algo más de lo que le llega y, de esta manera, ampliar la tecnología existente para los contemporáneos y sus descendientes. La tecnología, como cosificación del ser humano es útil, pero no puede ser el criterio de vida, pues le falta el aliento humano que sólo los individuos tienen; son un medio pero para un fin que sólo el individuo puede marcar. La preeminencia de la tecnología, de los medios, suele aparecer en aquellos individuos que no tienen una finalidad, que no tienen un proyecto ético. En épocas donde los proyectos éticos flaquean la tecnología alcanza una importancia esencial. Aquí radica el origen de la tecnofobia: hacer del individuo un ser dependiente de su creación y no autónomo de la misma. Esa autonomía sólo la proporciona el proyecto ético, tanto o más necesario cuanto el conocimiento acumulado por la sociedad es vastísimo. Así, se produce una paradoja: cuanto más desarrollada sea una capacidad tecnológica más animadversión producirá en aquellos individuos (o sociedades) que menos capacidad de subordinarla a un proyecto trascendente de ella misma tengan. La capacidad ilimitada de la tecnología hace más evidente la limitación humana...siempre que lo humano no sea trascendente, no sea creador. La tecnología debe permitirnos dominar a la naturaleza, pero no al ser humano como tal. Otro elemento generador de tecnofobia es la alianza entre creaciones humanas (cosificación)  y poder político cuando se conjura contra la autonomía personal: esa alianza se da entre la tecnología y el estado, dos creaciones humanas que, por su poder, pueden anular esa autonomía personal. La planificación social es la querencia del estado y es también cosificación, tecnología aplicada a la vida humana. Una de las dimensiones entre esta alianza entre técnica, ciencia y poder político es el hecho de que la vida de muchos depende de la decisión de pocos, en sentido literal. Esa es una de las dimensiones más reales del problema tecnológico.   Cierta planificación es indispensable, pero siempre que no anule a los individuos, siempre que vaya a favor de la autonomía individual, siempre que haga posible (y estimule) la existencia de personas con proyectos éticos. Lo público, en tanto ejemplo de planificación no puede ser lo único existente, necesita de alternativas "privadas". La relación entre autonomía y tecnología es compleja: la tecnología puede desarrollar nuestro proyecto ético, pero no lo puede sustituir; el medio no puede convertirse en el fin y éste debe poder sobrevivir a la crisis del medio. En definitiva, la tecnología es importante, pero no puede ser imprescindible. Sin ese "ethos" de lo humano, sin ese aliento constante, la tecnología se convierte en automatismo, es decir, en un medio que se convierte en fin y, con ello, surge el fatalismo. El fatalismo es el nihilismo del mundo tecnológico. La tecnofobia surge de ese sentimiento de que algo más poderoso que uno (ese conocimiento reificado) rige la vida de las personas, de la pérdida de autonomía y con ella una libertad que hemos cedido a terceros, es decir, a la dimensión tecnológica y pública. No existen seres "en contra" de la tecnología, sino seres que por no tener proyecto ético viven al vaivén de lo cosificado, de la tecnología. En nuestros tiempos tecnológicos, la autonomía está en la diversificación (en la persistencia de alternativas) más que en la negación de las tecnologías. Por ello es importante conocer los mecanismos de las tecnologías y no ser simplemente usuarios de las mismas. Y esto también se relaciona con las categorías entre creador y consumidor, entre artista y trabajador, dos dimensiones que conviven en todo individuo: como consumidor el individuo está condicionado a la tecnología; como creador no, la tecnología está condiciona a él; por ello es indispensable la existencia de una dimensión creadora en la persona. Ello permitirá una sociedad más libre (en tanto sólo en ella es posible esa dimensión creadora), le proporcionará autonomía (pues sabrá qué es lo importante y que es lo secundario) y le liberará del miedo (pues sabrá que lo importante de su vida no está en manos de los demás)...lo que a su vez también le hará valorar una sociedad libre.

Tecnología y sociedad, ¿Cómo se relacionan? ¿Determina la tecnología la sociedad o viceversa? No caben determinismos sino posibilidades: la existencia de ciertas tecnologías permiten ciertas alternativas sociales. Pero lo esencial es la relación contraria, es decir, que los anhelos de ciertas sociedades generan ciertas tecnologías mediante las cuales estos anhelos pueden hacerse realidad. Es por ello que el desarrollo tecnológico no es lineal ni universal -aunque no se puede subestimar lo universal de algunos anhelos-, ni todas las sociedades en un momento dado valoran igualmente una tecnología. Ahora bien, una tecnología puede tener distintas finalidades según la sociedad que la adopte. También posibilita nuevas formas para viejos problemas: por ejemplo la manera de capturar rentas.

 

    ¿Se puede dividir el desarrollo de la tecnología por períodos? Ortega y Gasset divide entre la técnica del azar (prehistoria), en la cual es el azar el generador de innovación. La técnica se caracteriza por su dimensión mágica, su poca diversidad y la nula especialización social. Un segundo estadio de la técnica como artesanía (hasta la edad media). El repertorio es mucho mayor y es ya obra premeditada del técnico que lo es a la par de artesano (crea y produce). Sin embargo, su producto carece de ambición; es un instrumento del hombre (un alargo) pero no máquina: no puede actuar sin que un hombre la haga funcionar. En este sentido no es una tecnología deshumanizada, es decir, todavía es el instrumento quien depende de la voluntad del hombre y éste no depende de la tecnología para elementos esenciales de su vida. La tercera época está dominada por la técnica del técnico. El técnico es ya ingeniero: produce máquinas que funcionan sin intervención del hombre, lo que conlleva una idea de infinitud hasta entonces nunca presente. La infinitud de las posibilidades de la máquina frente a la finitud de lo humano produce desasosiego...tecnofobia. Esta dimensión de potencialidad absoluta aparece cuando tecnología y ciencia se unen. Además el ingeniero ya no es obrero: sólo diseña, no produce.

 

El distanciamiento tiene diferentes grados antes de llegar a la política o el arte. Por ejemplo, existe el grado fe las relaciones interpersonales.


4.3 Las relaciones interpersonales 

Las relaciones interpersonales son el ámbito que transita de la ética a la moral y, de allí, a la universalidad abstracta que culmina el distanciamiento. Como se apuntó, en las relaciones interpersonales se debe actuar de manera noble, es decir, como nos dicta nuestro “deber ser” respecto a las relaciones con los otros; otorgándole dignidad a la persona, aunque nuestra relación sea meramente práctica y nos valgamos de aquello que nos puede ofrecer como medio para alcanzar nuestros objetivos (el medio es siempre aquello que nos puede ofrecer, no la persona en sí). Esa actuación desde la nobleza es un prerrequisito de las relaciones interpersonales.

 

La dimensión interpersonal es esencial para evaluar la capacidad moral de las personas, pues su campo de juego, allá donde realmente se pude calibrar el valor de las personas cuando está en juego su proyecto ético; cuales son sus límites a la hora de llevarlos a cabo, hasta dónde están dispuestos a llegar pero, a su vez, cual es su capacidad para buscar colaboraciones, aliados, a ese proyecto ético; en definitiva, su capacidad de seducir a los otros.

 

Ese “otro” cercano, aquél que puede ser conocido por la persona, puede venir definido por relaciones de parentesco, de amistad o, simplemente, de conocimiento, que refieren a diferentes grados de implicación que se manifiesta en la tensión entre los sentimientos de provecho y de obligación, es decir, entre lo que recibimos y lo que estamos obligados a dar.

 

En las relaciones de conocimiento pesa más el provecho que la obligación, circunscrita al presupuesto básico de actuar desde la nobleza.

 

En la amistad pesa tanto el provecho, y es fruto del mismo que se genera una obligación para con el objeto de esa amistad que, para ser duradero, debe ser recíproco.

 

Finalmente, es en las relaciones de parentesco donde pesa más la obligación que el provecho.

 

La capacidad de auto-obligarse, que es lo que comúnmente se denomina compromiso, es uno de los elementos que ennoblecen al ser humano, dotándolo de más profundidad y trascendencia. Atarse, comprometerse es enriquecedor…siempre que sea una opción libre del sujeto, de lo contrario es una servidumbre. Ello no es contrario con la idea de la libertad como valor preponderante, antes al contrario, ya que es el sacrificar lo más valioso que se tiene (la libertad) por otros (hijos) o por una causa lo que ennoblece, en este último caso significando identificar el ser con el deber ser.