"El esfuerzo por aclarar las ideas es el fundamento de la vida moral" Blaise Pascal

5.3 Instituciones sociales


5.3 Instituciones sociales


 

LA EDUCACIÓN


Comencemos por analizar algunas de las instituciones básicas que tienen una repercusión directa en el sistema social. Una de estas instituciones seria la educación, como sistema educativo.

 

La finalidad del sistema educativo es la reproducción social, es decir, transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos y los valores para que una sociedad dada sea sostenible. Ahora bien, el carácter de esa educación difiere según los tipos de sociedad. En una sociedad tradicional, que busca las soluciones a sus problemas en el pasado, la educación será básicamente reproductiva y estática. En nuestra sociedad, que hace de la innovación, del mirar al futuro -conociendo el pasado- la base para sostenerse su carácter es necesariamente diferente: debe dar a conocer el pasado, pero también posibilitar su superación mediante el espíritu crítico, mediante el cuestionamiento de las viejas fórmulas. 


La educación decimonónica se basaba en los conocimientos, dejando a la familia el ámbito de los valores (aunque sin contradecirlos). Desde entonces la escuela ha sufrido una transformación que revela la tensión actual entre una educación de contenidos (muy "funcional" para el mundo de la división del trabajo propia de la industrialización) y la educación de personas (incorporando elementos de carácter y valores), más ajustada a un mundo donde el éxito social ya no depende del posicionamiento en la escala de producción fabril, sino en el mercado del ocio y el entretenimiento, en el cual conocer y adaptarse a las tendencias, las opiniones y los gustos de los demás es básico. Los elementos relacionales toman más importancia en la formación. El ámbito de los conocimientos se ha ampliado:  antes reproducían los basados en el trabajo, en las profesiones, que siempre eran limitadas, pues se basaban en las necesidades humanas, siempre finitas; ahora no, en la sociedad de la abundancia los conocimientos deben ampliarse al ámbito de los gustos, que son infinitos en esencia.

Incorporando estos nuevas ámbitos de conocimientos -hay toda una importante tarea a realizar en la definición de esos elementos relacionales-, los contenidos deberían seguir siendo la base de la educación, dejando a la familia la elección básica de los valores vitales de los jóvenes. Ello  favorecería la diversidad social, pues las familias son muchas y diferentes, mientras que la educación tiende a la uniformidad. Ahora bien, la educación reglada debe colaborar en un valor esencial: hacer posible el sistema de libertades (cívicas y económicas), para ello debe incorporar el espíritu crítico (ese será el valor diferencial de la educación respecto a la familia) que ayudará al alumno a analizar por sí mismo todo lo demás. La familia proporciona valores de pertenencia, valores absolutos, mientras que la educación proporcionará el valor de la razón para juzgar por uno mismo. Ambos valores, los absolutos y los que provienen de la razón son indispensables para la pervivencia de un sistema basado en la libertad, razón por la cual una enseñanza de este estilo cumple con la finalidad de toda enseñanza: configurar individuos que perpetúen las instituciones que educan. Queda por definir qué se entiende por espíritu crítico y que en general se ha confundido, por parte de la educación progresista, con el cuestionamiento de los valores propios de la sociedad, creando a veces una educación absolutamente disfuncional. En este sentido, un primer paso es conocer realmente en qué valores se basa esa sociedad y darlos a conocer…y sólo después de una buena comprensión, una compresión con voluntad de comprender, cabe la crítica.

Desde una perspectiva política se podría plantear una primera cuestión, al hilo de la que plantea Nozick respecto a los intelectuales en un texto ya reseñado. Parecería que hay una falta de armonía entre el sistema escolar y el sistema económico. Según Nozick esto es así en tanto la escuela valora según méritos, mientras que la sociedad (capitalista) valora según utilidades a un mayor número de personas. Esta incongruencia puede crear animadversión entre aquellos que añoran que la vida real se asemeje a la escolar, es decir, que se valore el mérito (objetivo) y no la utilidad (subjetiva), de manera que exista cierta regla de "justicia" a la cual atenerse.

 

El reverso de este conflicto es la visión de una escuela como resistencia al capitalismo. Esta visión de contrapeso (o socavación) al sistema capitalista es la de ciertos teóricos de la pedagogía de izquierdas, cuando plantean una educación con unos valores contrarios a los que, según ellos, domina la sociedad. Crear, de esta manera, personas para el cambio…o abocados a la inadaptación. La fuerza conservadora de los sindicatos (de izquierdas), siempre contrarios a cualquier reforma educativa, podría tener que ver con ello. En este sentido cabe preguntarse por el papel pedagógico del estado en la educación reglada. Siguiendo con la distinción entre constitución (restricción/consenso/salvaguarda de las minorías) y ley (expansión/disenso/voluntad de la mayoría)el contenido de la enseñanza, más allá de los conocimientos técnicos, debería ser exclusivamente la constitución, no las leyes o los planteamientos de la mayoría política en el poder. Esto aseguraría una buena base respecto a aquellos elementos que conforman el consenso y evitaría la constante corrección del modelo educativo con cada nuevo cambio de gobierno.

 

LA JUSTICIA PENAL


La justicia penal es la institución que resuelve las coacciones entre los individuos. Si habíamos definido la justicia como aquél uso mediante el cual juzgamos y recompensamos a los individuos según comportamiento, la justicia penal será aquella que penaliza a los individuos según su comportamiento y que actúa cuando se infringen algunos de los contratos de los cuales los individuos nos valemos para vivir en sociedad (ya sean los contratos mercantiles; ya sea el contrato que tienen que ver con las leyes que una sociedad dada ha aprobado) así como cuando se violentan a las personas mediante la coacción. En este sentido, la justicia penal es la institución que regulariza la venganza social por la agresión al colectivo (leyes) o entre los propios individuos. El criterio de la justicia penal es recompensar al agredido: primero restaurando a éste a su situación original; segundo compensarlo con intereses para que su restitución sea completa y, a la vez, sirva de penalización y prevención de nuevos actos delictivos para el delincuente. Siempre que se pueda se debe mantener este vínculo entre daño y víctima, pues mantiene el sentido de la responsabilidad de uno respecto al otro (y no a un ente, como el estado) y refuerza la empatía social. Es por ello que deben evitarse los procesos impulsados por sujetos que no han sido agraviados en parte. La acusación genérica no es garantía de derecho. Más allá, el respeto a la víctima debe ser el criterio esencial. La restitución es un concepto que liga la justicia a su expresión más antigua, el ojo por ojo. Ahora bien, para asegurar una justa restitución es imprescindible la interposición del poder judicial, del estado, pues esa venganza debe estar institucionalizada de manera que se pueda restituir el daño, independientemente del poder o los medios de los individuos en conflicto, dado que en una justicia no institucionalizada el poder del más fuerte haría imposible la restitución del dañado independientemente de su condición social. El criterio que deberá prevalecer en la justicia penal respecto a la relación entre agresor y agredido es el de equivalencia. Así, el agresor deberá restituir a la víctima lo equivalente al daño producido más los intereses, los cuales tienen una función reconfortadora y punitiva; reconfortadora para la víctima, en tanto en cuanto su daño moral se ve recompensado y su situación mejora respecte a la previa a la agresión; y punitiva en tanto el agresor es consciente que la coacción comporta una situación mucho peor para él que la que tenía antes de decidir delinquir. Ahora bien, el valor de los intereses dependerá de la voluntad del agresor. Si la voluntad del agresor no era necesariamente lo que finalmente ha tenido como resultado su acción, deberán tenerse en cuenta la atenuante de voluntariedad, de manera que los intereses no deberán ir mucho más allá de la restitución a la víctima de su situación anterior. En el intercambio de recompensas y penalizaciones se deberá utilizar siempre que se pueda la cuantificación monetaria de los mismos. Esto es así en tanto el ojo por ojo en las agresiones físicas no da satisfacción a la víctima (y éste debe ser el principal elemento a tener en cuenta) y, por otra parte, es muy difícil de producir daños parecidos en el agresor. Aún así, sería muy interesante introducir en el proceso judicial la opinión de la víctima, y que las penalización al agresor también estuviera decidida por la víctima, siempre y cuando se ajustara a un valor de equivalencia. Ahora bien, la equivalencia cuantificable por dinero tiene sentido en tanto es posible la restitución del daño a la víctima, es decir, en tanto el delito, la coacción, genera un daño reversible, de manera que la víctima puede volver al estado previo a la agresión. Pero ¿que hacer con esas agresiones que son irreversibles?, ¿con esas agresiones de las cuales la víctima no se puede recuperar? En este caso se hace más importante la opinión de la víctima, dado que la justicia no puede actuar bajo el criterio de equivalencia. En este caso la justicia penal debe poner al agresor a merced de la víctima en tanto ésta podrá tener voz a la hora de decidir su suerte. Ésta determinará en cierta medida qué debe hacerse con el agresor. ¿En qué sentido? Pues en el sentido de que el agresor deberá pagar con su vida el daño causado, dado que no puede monetariamente restituir a la víctima. Pagar con la vida significa estar sometido a coacción, es perder la libertad, en definitiva la muerte civil que significa la prisión y no sólo la pena de muerte. A prisión sólo deberían llegar los agresores de delitos irreversibles para las victimas y nada más (en este sentido las nuevas tecnologías pueden ayudar a hacer posible el control de estas personas en libertad vigilada o condicional). En la decisión sobre la muerte civil de estos agresores debería participar la víctima o, en caso de muerte, los familiares de la víctima, pudiendo llegar, en caso de muerte y voluntad inequívoca de producirla por parte del agresor, a la pena de muerte. ¿Quién debe dictaminar justicia? La institución del jurado es una institución que tiene una función pedagógica en tanto en cuanto forma al ciudadano en el arte de sopesar la justicia, el discernimiento y lo hace corresponsable del poder y ser más responsables de sus actos.

LA FAMILIA

La familia es la institución que hace posible la supervivencia de la sociedad al generar la reproducción social.  La pluralidad de familias hace posible la diversidad social, por ello es esencial preservar la familia como multiplicidad de unidades familiares para preservar la libertad. Por otra parte, la diversidad en la tipología de familias tiene este único límite: servir para la reproducción. 

 

La esencia de la familia es la reproducción social mediante la educación y crianza de los hijos. Ello implica el sustento físico, el soporte afectivo, conocimientos y una guía de comportamiento (moral). El soporte afectivo es una de sus funciones básicas, pues otorga valor al individuo por sí mismo, un amor incondicional en una sociedad donde se deberá competir por el amor. La otra función básica es la moral, dotar de una dirección interna al individuo que le permita enfrentarse a la vida con capacidad de actuación.


Sin embargo, su papel como reproductor de conocimientos es cada vez menor, desde la institución de la enseñanza, que surgió para dar respuesta a una mayor complejidad social cuando los roles sociales ya no eran hereditarios y, por tanto, los conocimientos que comportaban ya no los podía dar la familia, como era el caso en las sociedades tradicionales. En éstas, la familia tenía el monopolio de la reproducción social, ya que los conocimientos eran limitados, siempre los mismos (no existía movilidad social) y subsistir era el gran objetivo y, en ese sentido, los mayores eran el mejor ejemplo de vida. En las sociedades actuales, orientadas más al futuro y a la innovación que al pasado, de gran movilidad social, la familia ha perdido ese monopolio, pues no puede atesorar los ingentes conocimientos que la complejidad social requiere.  Por ello, una sociedad moderna funcional preservará a los hijos (el futuro) antes que a los mayores; una sociedad funcional y rica preservará a los hijos y cuidará de los mayores.

Esta transformación también afecta a su función moral, en tanto que también ha perdido su monopolio, aunque en menor medida que en el caso de los conocimientos. Ahora la familia tiene que competir con los grupos de pares y los medios de comunicación. Ello ha depurado la tarea moral de los padres: éstos ya no pueden limitarse a la palabra, fácilmente rebatible desde el exterior, sino que se debe basar en la propia actuación, en este caso ejemplarizante. Ello significa, una mayor exigencia a los padres a los cuales también se les juzga, debiéndose ganar una legitimidad moral que antes se daba por descontada. 

El objetivo de la educación de los hijos es hacerlos autónomos, tanto en lo material como en lo moral…el éxito de la educación de los padres consiste en dejar de ser necesarios. Los castigos sólo están justificados en tanto sirven para este fin, es decir sirven para el fin de hacer de los niños personas más responsables. No debe existir castigo sin finalidad pedagógica, de lo contrario es maltrato. Hay que diferenciar entre el castigo y el esfuerzo: efectivamente, uno de los elementos que ayudarán a hacerse autónomo al hijo es no evitarse el rigor y el esfuerzo comedido, por ejemplo, en los deportes. Ello le enseñará a buscar sus límites, un ejercicio del cual requerirá a lo largo de su vida adulta. Como dijo Montaigne: “que no deje de hacer el mal por falta de fuerza sino por falta de deseos”. Un elemento esencial en el éxito educativo de la institución familiar es la de dotar de confianza y seguridad a los hijos. En esta misión la familia es insustituible por la fuerza en la relación que produce los lazos de consanguinidad (que también deben darse en situaciones de adopción). La confianza se basa en la responsabilidad absoluta, no racional ni condicionada, de los padres respecto a los hijos, más allá de los criterios valorativos de los unos respecto a los otros. En una sociedad esencialmente competitiva y dinámica es imprescindible un espacio donde no ser juzgado, donde siempre podamos volver, y la familia es ese espacio. Esa confianza es esencial para que la educación fructifique.

 La paternidad tiene un claro componente ético y moral, dado que es una aportación positiva a la sociedad (permite su supervivencia) y es, a la vez, una dimensión creadora (no consumidora) básica, pero creadora al fin. Des de la ética, la paternidad es una de las experiencias más enriquecedoras del ser humano, en tanto en su mejor expresión comporta un análisis y evaluación de la propia vida y una  sistematización de lo aprendido para su transmisión. Así mismo, al ser vivida la pérdida de libertad que necesariamente comporta como un hecho de la propia voluntad, ese sacrificio de lo más valioso a favor de otros es un sacrificio que dignifica, que ennoblece. Saber que existe algo más importante que uno mismo siempre es enriquecedor, pues propicia cierto distanciamiento de uno mismo que hace a éste más valeroso, menos ensimismado y más expansiva. Desde la moral, la paternidad es una de las experiencias que generan más empatía social, dado que velar por el bienestar de los hijos es un sentimiento universal, como el dolor por su pérdida; un sentimiento donde todos pueden reconocerse.

 

¿Qué papel tiene el estado frente a la familia? Primero una función negativa, es decir, no hacer acciones en contra de su existencia y desarrollo, dado que la diversidad en la educación que posibilita la existencia de la pluralidad de familias existentes hace posible la libertad. Todo totalitarismo aspira a sustituir a las familias como fuente de educación de los niños, a ser el referente moral único. Otra función negativa es asistir a los niños en aquellos casos en que la familia no cumpla con su función social asignada, es decir, cuidar y educar a los hijos. En este caso deberá introducirse correcciones y, en caso de que la vida del niño corra peligro, asegurar que éste es asignado a otra unidad familiar.

 

Las funciones positivas del estado respecto a la familia tienen que ver con la complementariedad respecto a ésta en aquello referente a la educación pragmática (educación para ser autónomo económicamente) y a la moral pública. Respecto a la primera, el estado tiene interés en que las personas sean autónomas, pero también en que lo sean aportando el conocimiento y la actividad que la sociedad precisa para su desarrollo. Respecto a la segunda, el estado y sus estructuras educacionales son esenciales para el desarrollo de la política como ética del distanciamiento (frente a la ética y la moral de las relaciones interpersonales, que se desarrollan de manera prioritaria en el seno de la familia). En todo ello el papel del estado debe ser subsidiario y garantista, dejando a las familias el papel protagonista.

 

Un elemento interesante es el papel que el estado puede ejercer a la hora de fortalecer a la institución familiar, reforzando públicamente las expectativas de comportamiento esperables en aquellos que asumen el rol de ser padres: sacrificio, valor, responsabilidad, etc. 

 

LA RELIGIÓN


La religión como institución. El poder de la religión nace de dotar de sentido a la vida, cosa que siempre será necesaria mientras exista la muerte y aceptarla precise de un relato atenuante. La creencia en el fin de todo es antinatural, pues de lo único que las personas tenemos consciencia es de nuestra subjetividad...y es hasta cierto punto irracional creen en su supresión después de la muerte. La religión ha sido esencial en la gestión de las costumbres, aunque ahora ya no parece serlo tanto. A nivel político también ha sido esencial en fomentar la idea de igualdad de los seres humanos (como hijos de Dios), pero su poder espiritual entre los hombres será más indiscutido en tanto no quiera también tener poder terrenal, es decir, en tanto Iglesia y Estado estén separados. Ello no significa negar su existencia, simplemente que los dictados de estado e iglesia tengan orígenes y legitimidades distintas. Si ello se respeta la Iglesia, como tal, tiene perfecto derecho a intervenir en el debate público como cualquier otra institución.

Otra cuestión interesante es si la religión católica y el liberalismo son compartibles. Una de las señas de identidad del liberalismo es el anti-constructivismo y la creencia que el ensayo-error es la fórmula de la experiencia humana y no la planificación de una mente inteligente. En este sentido, y por analogía, el liberalismo no debería casar bien con el catolicismo que asume la creación humana por un ser superior. Sin embargo, el liberalismo responde a una visión de la naturaleza del ser humano, del hacer del hombre. De manera que la analogía nada nos dice sobre lo que no es creación del hombre. La analogía tiene el límite de lo inteligible. Hay otro elemento interesante en la religión para el liberalismo: la creencia en una vida más allá de la muerte es una buena barrera contra la coacción; hace más independiente al hombre frente a la necesidad cuando sabe que existe algo más importante que su vida y ese "cumplir con su deber" a pesar de las coacciones es un buen recurso para la libertad. Es por ello que todos los totalitarismos han intentado quebrar a las iglesias, sustituirlas, pues la legitimidad de su Dios chocaba con la del Estado, cuando éste busca dominar todas las facetas de lo humano y no solamente la referente al orden político.